Me interesaba ver cómo fue evolucionando un género que hoy, muchas veces, se utiliza para ridiculizar o dejar mal parado a alguien más que para acudir a la reflexión o la risa.
El recorrido de la muestra comienza en la década del 60 con los dibujos de Oski (Oscar Conti), quien empezó a ser reconocido por el salto que dio hacia lo absurdo, lo cual marcaba un gran contraste con el realismo que imponía aquella época. Sus dibujos eran acompañados con textos bastante largos para lo que estamos acostumbrados a ver en la actualidad. Era una explicación, como si fuera un epígrafe de cinco o seis líneas, que contenía una frase encomillada en primera persona. Los temas más frecuentes que trataba era sobre virreyes, revoluciones, formas de trabajo y economía de otros países.
Continuando con el recorrido lineal me encontré con Viuti (Roberto López), un referente de la década del 70 porque utilizó sólo la imagen sin la compañía de palabras. Es humor netamente visual, un gran desafío y, a veces, un riesgo para el ojo del espectador. Pero de manera sutil y, a la vez, contundente pudo lograr que con una mirada general uno pueda descubrir rápidamente qué nos quiere decir y soltar una carcajada. Los dibujos que aparecen en la exposición apelan a la ironía. Por ejemplo, una anciana le cierra una herida a un accidentado mientras los médicos la miran atentamente.
La mayoría de sus chistes están basados en el fútbol y la política. Las costumbres, las pasiones y las frecuentes problemáticas argentinas son temáticas que utiliza a menudo en sus dibujos.
Aunque la exposición esté armada desde un orden lineal, con un principio y un final, la posición de los trabajos de Fontanarrosa están ubicados de manera que la vista nos lleva a sus dibujos en primer lugar. Ya a lo lejos uno puede reconocer quién es el autor porque sus personajes y el estilo de su letra son inconfundibles.
Llega el momento de Sendra, quien publicó su primer trabajo en 1973, pero recién en 1991 ideó a su mayor acierto: “Yo, Matías”. Y de esa tira tan célebre surgieron personajes tan apreciados como El psicoanalista, La tortuga, La cucaracha, entre otros. Su humor atrae tanto a grandes como a chicos. Fernando Sendra basa sus historietas en Matías, un chico travieso y soñador que debe resolver las aventuras que tiene en la escuela y en su casa.
Aunque resulta ingenuo en algunos casos, hay que leerlo con un doble sentido.
Rudy (Marcelo Rudaekk) y Santiago Varela apelan al humor desde el texto con diálogos sin utilizar la imagen. Del primer humorista me encontré con un texto sobre Bush Jr. cuando visitó Mar del Plata por la Cumbre de las Américas y del segundo una historia titulada “Que se vayan todos” en referencia a finales de diciembre de 2001 cuando la Argentina atravesó por un proceso de brutal inestabilidad política, económica y social.
Por último me topé con las historietas de Daniel Paz, quien acude a figuras políticas actuales como el Presidente de la Nación y los ministros. Parte de hechos actuales que se manifiestan en la actualidad, como decisiones políticas y las opiniones de la sociedad.
Al finalizar el recorrido de la muestra “El humor de los cuarenta” pude percibir que con el pasar de los años el humor modificó el estilo de escritura y los dibujos se caricaturizaron más aún, pero su esencia no cambió: apreciar los dibujos y los textos es un ejercicio que parte de la crítica y de la opinión. Es la forma en que vemos al mundo, a la política, a la economía o a las relaciones humanas. Es una manera de hacer reflexionar. Al salir del centro cultural, pensé que la ironía y el disparate pueden ser un recurso útil del periodismo actual para atraer la atención del público en ciertos temas y así,poder sumarse al debate.
Inodoro Pereyra, su fama lo llevó a realizar una publicidad televisiva.
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