Los primeros siete mil televisores que llegaron a la Argentina a principios del 50 fueron destinados a grupos privilegiados, homogéneos y reducidos. En esta etapa, el Estado mantenía la titularidad del servicio, pero los canales que comenzaban a formarse pasaron a manos privadas.
Más tarde, en 1980, culminó definitivamente, y hasta nuestros días, la posición que los gobiernos militares habían tomado: estatizar los canales que estaban en manos de empresarios (Canal 9, 11 y 13). Sólo quedó al mando del Estado Canal 7, en ese momento ATC (Argentina Televisora Color).
La década del 90 se caracteriza por el "boom" del cable, que apareció anteriormente como necesidad de crear circuitos cerrados de televisión para que llegara la programación completa y de mejor calidad al resto de las provincias.
Mientras los canales de aire dedicaban su grilla de contenidos a la información y el entretenimiento, donde buscaban dirigirse a un público amplio y común, el cable se interesó por apuntar a espectadores profesionales con temáticas particulares.
La era de la paleotelevisión que hace referencia Alejandro Piscitelli en su texto “Ciberculturas 2.0” (1995) estaba centrada en un proyecto de educación cultural y popular, basada en un contacto de comunicación pedagógico, en donde los profesionales de la televisión serían los maestros. Y aunque en la etapa de la neotelevisión, que nombra este autor, considere que el modelo anterior de comunicación pedagógica se haya quebrado, creo que si bien sí lo hizo la televisión abierta no ocurrió lo mismo con las señales de cable. Esta forma de televisión privada le ofrece al espectador variadas propuestas que se relacionan con lo profesional y los gustos cotidianos (el cine, el arte, la literatura, el fútbol, la cocina).
Sin embargo, se desencadenan dos problemas: a diferencia de lo que planteó Piscitelli en la primera etapa, las emisiones están pensadas para un público específico y restringido; y a su vez, el cable tampoco está al alcance de todos porque es un servicio pago, que cada vez se hace más inaccesible por los aumentos consecutivos de las empresas que lo gestionan.
Pero para rescatar el aspecto positivo de las transmisiones de cable puedo decir que hay programas como los de la señal de “TN” y “Canal á”, donde especialistas le hablan a un público que les interesan ciertas ramas de la cultura o el espectáculo, muchas veces que es idóneo, y les aportan sus conocimientos. En algunos casos utilizan terminologías muy técnicas, pero en otros casos buscan afianzar el aspecto coloquial para sumar más espectadores.
Algunos ejemplos representativos son: “TN Ciencia”, un programa conducido por el periodista Guillermo Lobo, que en media hora resume la actualidad científica local e internacional; “Colectivo imaginario” (TN), Canela muestra en su programa hechos y personajes que estén vinculados con artes plásticas, cine experimental, literatura, música, arquitectura, fotografía, documentalismo, entre otras; “Cuentos contados” (Canal á) es un espacio dedicado a los libros y la poesía; y “El Ojo” (Canal á), un programa conducido por críticos de cine que evalúan películas de todo el mundo.
Estas temáticas afortunadamente no atentan contra la capacidad de reflexión de los receptores sino más bien los invita a pensar.
Para ampliar acerca de la historia de la televisión recomiendo el libro de Pablo Sirven, "Quién te ha visto y quién tv".
Más tarde, en 1980, culminó definitivamente, y hasta nuestros días, la posición que los gobiernos militares habían tomado: estatizar los canales que estaban en manos de empresarios (Canal 9, 11 y 13). Sólo quedó al mando del Estado Canal 7, en ese momento ATC (Argentina Televisora Color).
La década del 90 se caracteriza por el "boom" del cable, que apareció anteriormente como necesidad de crear circuitos cerrados de televisión para que llegara la programación completa y de mejor calidad al resto de las provincias.
Mientras los canales de aire dedicaban su grilla de contenidos a la información y el entretenimiento, donde buscaban dirigirse a un público amplio y común, el cable se interesó por apuntar a espectadores profesionales con temáticas particulares.
La era de la paleotelevisión que hace referencia Alejandro Piscitelli en su texto “Ciberculturas 2.0” (1995) estaba centrada en un proyecto de educación cultural y popular, basada en un contacto de comunicación pedagógico, en donde los profesionales de la televisión serían los maestros. Y aunque en la etapa de la neotelevisión, que nombra este autor, considere que el modelo anterior de comunicación pedagógica se haya quebrado, creo que si bien sí lo hizo la televisión abierta no ocurrió lo mismo con las señales de cable. Esta forma de televisión privada le ofrece al espectador variadas propuestas que se relacionan con lo profesional y los gustos cotidianos (el cine, el arte, la literatura, el fútbol, la cocina).
Sin embargo, se desencadenan dos problemas: a diferencia de lo que planteó Piscitelli en la primera etapa, las emisiones están pensadas para un público específico y restringido; y a su vez, el cable tampoco está al alcance de todos porque es un servicio pago, que cada vez se hace más inaccesible por los aumentos consecutivos de las empresas que lo gestionan.
Pero para rescatar el aspecto positivo de las transmisiones de cable puedo decir que hay programas como los de la señal de “TN” y “Canal á”, donde especialistas le hablan a un público que les interesan ciertas ramas de la cultura o el espectáculo, muchas veces que es idóneo, y les aportan sus conocimientos. En algunos casos utilizan terminologías muy técnicas, pero en otros casos buscan afianzar el aspecto coloquial para sumar más espectadores.
Algunos ejemplos representativos son: “TN Ciencia”, un programa conducido por el periodista Guillermo Lobo, que en media hora resume la actualidad científica local e internacional; “Colectivo imaginario” (TN), Canela muestra en su programa hechos y personajes que estén vinculados con artes plásticas, cine experimental, literatura, música, arquitectura, fotografía, documentalismo, entre otras; “Cuentos contados” (Canal á) es un espacio dedicado a los libros y la poesía; y “El Ojo” (Canal á), un programa conducido por críticos de cine que evalúan películas de todo el mundo.
Estas temáticas afortunadamente no atentan contra la capacidad de reflexión de los receptores sino más bien los invita a pensar.
Para ampliar acerca de la historia de la televisión recomiendo el libro de Pablo Sirven, "Quién te ha visto y quién tv".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario